Es la voz de una mujer víctima de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Es brasileña y anónima en este reportaje, por su seguridad. Ahora tiene 34 años y ha conseguido superar la etapa más negra de su vida. Todo comenzó cuando perdió el trabajo para pagar sus estudios universitarios. Una amiga íntima, le ofreció cuidar niños o mayores en España durante seis meses. Ella aceptó para conseguir dinero. Pero era todo mentira.
Su caso es uno de muchos que sufren muchas mujeres en el mundo. En nuestro país la Fiscalía de Extranjería es la que lleva estos casos. Según nos explica la fiscal Patricia Fernández Olalla, adjunta al Fiscal de Sala de Coordinación de Extranjería, se lleva desde aquí porque se ha comprobado que la víctimas, sobre todo, provienen de otros países. En España, la mayoría son rumanas y paraguayas y sólo un 5%, españolas.
La trata de seres humanos puede ser sexual, laboral o de tráfico de órganos. La explotación sexual es una de las que mueve más dinero en el mundo. Es una forma de esclavitud moderna que se aprovecha de la vulnerabilidad de las víctimas, tal y como cuenta, Fernando Alonso Avilés, Jefe de Sección Operativa de la Unidad Centra contra Redes de Inmigración Ilegal.
Un futuro mejor que no encontró nuestra protagonista cuando llegó a Europa. Su primer destino de “trabajo” fue Portugal, de allí la trasladaron tras una redada a Sevilla, para al final acabar en Fuenlabrada, Madrid. Fueron años duros, de malos tratos y consumo de drogas por obligación…
Un país extraño, a veces sin conocer el idioma y con el miedo en el cuerpo. Salir del hoyo es casi imposible, sobre todo, si no se tiene ayuda, según cuenta Fernando Alonso.
Para nuestra protagonista, su último destino fue Fuenlabrada. Aquí entró en contacto con APRAMP un asociación que trabaja para ayudar y fomentar la integración de mujeres víctimas de trata. Su acercamiento, encubierto para ofrecer servicio sanitario a estas mujeres, les permite detectar casos como los de esta brasileña. Ella dijo “ya no aguanto más, me voy” y la respuesta fue una paliza y encierro. Tras esto, una llamada a APRAMP pidiendo ayuda para salir de allí, fue definitiva. Ahora, trabaja con esta asociación y ofrece una salida a otras mujeres en esta situación. En España, la pena mínima para este delito es de 5 a 8 años con agravantes, según los casos.
Trata de seres humanos, uno de los delitos más deleznables que se pueden cometer. Su erradicación a través de las fuerzas de seguridad y la justicia, pero la colaboración ciudadana también es importante. Tomen nota y no lo olviden.
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