Las crisis febriles se dividen en dos grupos: las llamadas “simples” suponen el 90% de los casos, son breves (menos de 15 minutos), generalizada (que afecta a todo el cuerpo y se acompaña de pérdida de conocimiento), ocurren solo una vez durante un período de 24 horas. El otro tipo es el de las “complejas”, con mayor duración, afectando solo a una parte y pueden repetirse. Según explica Cristina Cordero, Neuropediatra del Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, “estas tienen mayor riesgo de complicación”.
En muchas ocasiones los niños afectados presentarán una única crisis en toda su vida y el riesgo de que recurra va a depender fundamentalmente de la edad a la que tiene la primera crisis: cuando una primera crisis febril simple aparece por debajo de la edad de los 12 meses, el riesgo de recurrencia es del 50%; si cuando aparece la primera crisis febril simple el niño tiene más de 12 meses, el riesgo de tener una segunda crisis febril es del 30%. De los que han tenido más de una crisis febril el riesgo de una nueva crisis se sitúa en un 50% de posibilidades.
Es un proceso benigno sin secuelas neurológicas a largo plazo, no hay evidencia de que las convulsiones febriles causen daño cerebral y el riesgo de mortalidad por la propia crisis febril no existe. En cuanto al riesgo de desarrollar epilepsia, que es del 1%, es ligeramente superior a la población general (0,4%). En este sentido, los factores de riesgo que aumentan esta posibilidad son: antecedentes familiares de epilepsia, existencia de alteración neurológica previa y crisis febriles complejas.
Una de las preguntas que se hacen los padres es si es necesario acudir siempre al hospital ante una crisis febril y qué datos deben aportar los padres al pediatra. Los expertos explican que para diagnosticar a un paciente de crisis febril es necesario haber descartado previamente que exista una infección o lesión intracraneal, para ello el pediatra deberá hacer una minuciosa historia clínica y exploración general y neurológica además de alguna prueba complementaria en casos seleccionados. Por tanto siempre será necesario acudir al hospital para realizar una valoración médica del paciente. Será de gran ayuda para el médico que la familia aporte los datos necesarios para establecer cómo y cuando comenzó la fiebre, qué temperatura tenía en el momento antes de la crisis, cuánto tiempo ha durado, si han sido una o varias crisis, si ha afectado a todo el cuerpo o solo a una parte de él, cómo se ha recuperado y en qué consiste el proceso infeccioso que padece ese momento (catarral, vómitos, etc...).
Si su hijo sufre una de estas crisis, se debe colocar al niño en una superficie protegida para evitar accidentes, se le sitúa tumbado de lado (posición de defensa), con la cabeza ligeramente extendida hacia atrás para permitir que el aire entre sin dificultad. “No hay que introducir nunca un objeto en la boca del niño, ya que puede obstruir la respiración” explica Cordero. Como norma general la crisis cederá espontáneamente en un par de minutos y una vez que termine el niño se quedará dormido durante un tiempo variable. Si en 10 minutos la crisis no ha cedido “póngase en marcha inmediatamente hacia un servicio de urgencias”.
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