Qué duro el trabajo del jurado de un concurso gastronómico. Probar, debatir, volver a probar, y puntuar. Consideraciones al margen, hay pocas actividades que nos gusten más a los españoles que una buena muestra de platos tradicionales como la paella o un buen postre. El punto de sal o el nivel de cuajado son variables ineludibles en la tortilla de patata, por ejemplo.
Y llegando a los postres, en este encuentro había hasta tarta típica gallega o pastel de arroz con receta detallada incluida.
Premios repartidos y lo mejor para el final: público, jurado y participantes compartiendo mantel para dar buena cuenta de las viandas. Vistos los platos vacíos al final del festín, los galardones debían haber sido generales.
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