Está por todos los lados y nos influye de manera inevitable, incluso sin darnos cuenta. Es la publicidad, un bombardeo de anuncios que recurren a diferentes fórmulas con el objetivo de llamar nuestra atención.
Y si algo ha funcionado durante años para conseguirlo es la insinuación sexual y la provocación. No se le puede culpar a los publicistas de recurrir a este reclamo. ¿O si? Está claro que funcionan ante un público que pide estos cánones de belleza. Aunque quizá sean los propios medios y las agencias de comunicación los que se han esmerado en proponer estos modelos y no otros al imaginario colectivo.
Hemos querido preguntar sobre esta dicotomía a Lorena Fernández, que es asesora en temas de igualdad para instituciones públicas como el Instituto de la mujer. Fernández traza una línea muy fina entre esa exposición sensual de la belleza y la publicidad sexista. Además recuerda que agencias y medios son más que eso, son agentes con una gran influencia social.
A veces se nos pasa, pero lo que estos agentes socializadores venden no es el producto sino la idea del producto. Y en un mundo publicitario tan masificado es fácil que se nos vaya la mano.
Por eso, organismos como el Instituto de la Mujer, con su Observatorio de la Publicidad Sexista, deben estar muy atentos ante aquellos anuncios que superen el límite y vulneren los derechos y la integridad de la mujer o del hombre. Aunque lamentablemente, a veces, resulta más rentable pagar la multa y que oigan hablar de ti. Claro que esto es un paso para adelante y dos para atrás en materia de igualdad.
Lorena Fernández trata estos y otros muchos temas durante el mes de mayo en el Centro para la Igualdad de Fuenlabrada dentro del curso monográfico sobre “La comunicación y la publicidad no sexista”. Durante cuatro sesiones una quincena de mujeres debaten sobre el difícil papel que les ha tocado representar en el volátil mundo publicitario.
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