“Sobre todo, España”, así con estas palabras se despidió Alfonso XIII de su hijo, y heredero, Juan de Borbón. Era febrero de 1941, y el rey en el exilio se encontraba en su lecho de muerte. La monarquía española llevaba diez años lejos de nuestro país, que había sufrido una Guerra Civil y afrontaba la época más dura de la dictadura, donde a la falta de libertades se unía la falta de todo lo demás.
Eso de “por encima de todo está España” es algo que, según los que le conocieron, tenía muy claro el Conde de Barcelona, legítimo heredero de la Corona, tanto, que ese lema le hizo renunciar al trono para evitar conflictos con Franco y asegurar la restauración para su hijo.
Y parece que las enseñanzas de Don Juan (que, por cierto, no sería mal título para este texto) siguen presentes en su hijo estos días, cuando se habla mucho de la Familia Real: no solo de los escándalos que rodean a Iñaki Urdangarín, sino del papel de, por ejemplo, las Infantas, de la transparencia de sus cuentas, del sentido de una institución hereditaria en el siglo XXI…
Lo que el Rey hizo en su discurso, es dejar claro que los intereses de la institución, la Corona, la monarquía… están por encima de todos, incluso de miembros de la Familia Real; esto que puede parecer de perogrullo tiene su áquel, y más si lo comparamos con lo que ocurre en los casos de corrupción en los partidos políticos (por cierto, el domingo en las valoraciones, todos los grupos políticos miraron para otro lado y ninguno se dio por aludido cuando se habló de falta de integridad, honradez o transparencia).
Sin entrar a valorar si se necesitaba más autocrítica, nombres propios o plantear medidas concretas, las palabras del Rey el sábado fueron “El discurso del padre del Rey”, y marcan una tendencia en la actitud de los Borbones tras la restauración: “Sobre todo, España”.
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