“En muchas ocasiones la sociedad trata de disuadirlas de acercarse a estas experiencias: la de anhelar y la de poder realizar el proyecto de ser madre” reconoce Miriam Sobrino, matrona del Hospital Rey Juan Carlos y sexóloga del Centro Sexorum.
Sobrino enumera también las preguntas se nos podemos hacer ante esta situcación. “¿Cómo una mujer con discapacidad intelectual que presumimos tiene pocas competencias para cuidar de sí misma, va a cuidar de otros?, ¿Cómo va a educar, a criar?”.
Pero también subraya que debatir sobre las capacidades y la aptitud para la maternidad “nos alejaba de lo importante” que es “la posibilidad de amar. Como si esto del amor fuese un aspecto de segundo orden, poco trascendente y sin importancia a la hora de pensar en esa consideración de capaces o discapaces”.
Este aspecto de la maternidad para estas mujeres es el proceso final de otros escenarios: “¿Creemos que pueden estas mujeres tener pareja, organizarse en convivencia?, ¿Pensamos que es legítimo?, ¿Y tener posibilidades de elegir las técnicas para el control de su fertilidad?”, apunta la sexóloga.
En lo que se refiere a las experiencias personales, los relatos de algunas de estas mujeres nos hablan de una mayor evaluación externa y de la percepción de estar bajo cuestionamiento constante, “obligadas a demostrar en cada pequeño gesto que son aptas para ser madres”, resume Sobrino.
Existen desde hace tiempo declaraciones, como la Convención de la ONU sobre los Derechos humanos de las personas con discapacidad, que recogen ese derecho de las mujeres con discapacidad a la maternidad. En su artículo 23 este documento dice “Las personas con discapacidad tienen derecho a formar una familia y al libre desarrollo de la maternidad o paternidad, y los Estados Partes deben ofrecer los medios necesarios que les permitan ejercer estos derechos en igualdad de condiciones que el resto de la ciudadanía”.
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