Eran casi las 10,30 de la mañana, y el último toro estaba siendo devuelto a los corrales al no completar el recorrido más allá de la fuente de los cuatro caños. Los bueyes bajaban en dirección a la plaza y uno de ellos hizo por uno de los jóvenes que les acompañaban en carrera enganchándolo por el fajín y arrastrándolo varios metros. Rápidamente el público daba la alerta a los miembros de Cruz Roja, que procedieron a curar al herido leve de sus quemaduras producto del asfalto.
Ha sido el único incidente reseñable de un encierro inaugural caracterizado por dos primeros astados muy rápidos, que apenas estuvieron 10 minutos en las calles. El primero de ellos, un ejemplar colorado de buena presencia, apenas hizo por los mozos que le citaban con los capotes en la zona alta del recorrido. El segundo se hizo algo más de rogar, y cuando finalmente arrancó, un corredor sufrió una caída prácticamente ante los pitones. Afortunadamente el animal no frenó su carrera y enfiló el camino a la plaza.
Como apuntábamos al principio, el último astado tuvo que ser devuelto a los corrales de salida al no sobrepasar la mitad del recorrido, con continuas vueltas sobre sus pasos y pausas para recuperar fuerzas.
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