Es el caso de Pizza Pi en Fuenlabrada, que inicia ahora ese proyecto: partir de un pequeño establecimiento de restauración y extenderse “franquiciando”.
Jesús González, reponsable y fundador, apunta que “esta idea me lleva rondando bastante tiempo y en primavera queremos que esté en marcha”; González también explica que quieren franquiciar pequeños puntos de venta, con una inversión asequible y para que sea explotada por un par de personas.
Para la empresa madre, los beneficios son la extensión de la marca, un canon mensual y la compra de parte del producto principal. “La masa de la pizza es una de nuestras claves y esa la seguiremos preparando nosotros”, confiesa.
Para el que franquicia, las ventajas son el prestigio de la marca, la labor de promoción a cargo del franquiciador, una inversión inicial asequible y el compromiso de respetar la exclusividad en su zona durante un tiempo.
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