“Sobre la enuresis nocturna es mucho lo que se comenta, pero habitualmente en voz baja” señala Pablo Bello Gutiérrez, nefrólogo infantil del Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, “estamos hablando de una entidad ya descrita en el 1.500 a.C., pero olvidada en los estudios hasta mediados del siglo XIX”. Etimológicamente proviene del griego “enourein”, que quiere decir “vaciar la vejiga” y se define como el escape de orina que se produce en la noche durante el sueño, a partir de una edad en la que cabría esperar una continencia completa: los 5 años.
Habitualmente son pacientes que no han conseguido una capacidad de detención durante más de 6 meses. “Los casos en los que sí se consiguió y se perdió suelen estar asociados a situaciones psicológicas como hermanos nuevos o estrés de cualquier origen, o bien a causas orgánicas como la diabetes mellitus o infección urinaria” señala el experto. Se trata de un trastorno muy frecuente en la edad pediátrica ya que tiene una prevalencia en nuestro país de un 15% a los 6 años; sin embargo, es de un proceso que tiende a resolverse con el tiempo, con una tasa de curación anual del 15%. De esta manera, la prevalencia de la enuresis a los 15 años está en torno al 1-3%. “Sin embargo, se tarda en consultar, bien por vergüenza o porque alguien cercano, como uno de los padres, aporta su experiencia personal y el famoso- yo lo tuve y se curó solo” recuerda Bello Gutiérrez .
Los mecanismos que se relacionan con ella son múltiples y variados: influye la herencia, existiendo varios genes implicados, y recientemente se ha relacionado el síndrome de apneas del sueño como factor; además, hay tres elementos que son capitales influyendo en diferente grado en la enuresis nocturna como son la alteración en el despertar de estos pacientes, junto con una producción aumentada de orina en la fase del sueño y en tercer lugar un aumento en la actividad a nivel de la musculatura de la vejiga.
Es importante conocer que este tipo de pacientes no suelen estar indicadas las pruebas, y que su diagnóstico se realiza “por lo que cuenta la familia y el paciente”. En la entrevista se recoge el número de noches que permanecen secos, sin mojarse en la cama, así como un pequeño diario de ingesta de líquidos diarios y con qué horarios e igualmente se pregunta acerca de la repercusión que esta situación tiene en la vida diaria del paciente. “Con todo ello se hace una valoración global aunque en general se trata de un proceso madurativo que se corrige con el tiempo y sin intervenir”. La estrategia se basa en dar una información completa sobre esta entidad, incentivando una actitud positiva, sin castigos, sobre la misma y evitar las conductas que generen vergüenza es fundamental.
Como consejos se recomienda evitar la ingesta incotrolada de líquidos, así como evitar los despertares programados para miccionar. “Si con estas medidas no es suficiente, se puede iniciar tratamiento con desmopresina oral, que es una sustancia que disminuye la producción de orina nocturna o bien emplear alarmas, que son dispositivos que detectan las primeras gotas de orina y emiten un ruido que despiertan al paciente para ir al baño” apunta Bello Gutiérrez, que recalca que “si estas intervenciones no son suficientes existen alternativas farmacológicas que pueden ser útiles”.
En resumen, la continencia urinaria es un aprendizaje por condicionamiento social cuya adquisición puede prolongarse en el tiempo. Lo más importante es tratar de identificar causas tratables, mientras que en ausencia de ellas se puede intentar estrategias que ayuden al paciente a conseguir noches secas en tanto que se produce una resolución del proceso; en cualquier caso, el tratamiento deber ser individualizado y supervisado por un profesional.
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