La fiesta en el campamento de los Espartanos de Coca Cola congregó a cerca de 150 personas entre trabajadores, familiares y amigos. Los coches que pasaban por las cercanías se sumaban también a la fiesta haciendo sonar el claxon. Era una imagen insólita, después de más de un año de resistencia, tensión y manifestaciones.
Un día que se vivió primero con expectación y luego con emoción, como la que sintió Andrés, cuando su hija, a la que llevaba al colegio antes de saber la sentencia, le dijo que tenía la solución al problema de su papá. Pedirle a los Reyes Magos que anularan el ERE.
David llamó a su padre, la persona que le ha cuidado todo este tiempo a su hijo y le ha permitido poder hacer turnos en el campamento y asistir a las protestas. Llamadas a las familias, mujer e hijos, padres y hermanos, los que han aguantado lo bueno y lo malo
Otros, como Modesto, con 56 años y 22 en la empresa, ven el fin de un mal sueño. Separado, con la obligación de pasar la manutención a sus hijos y una hipoteca que pagar, ha pasado este año y tres meses, momentos muy difíciles.
Pero si había un denominador común era que la alegría de todos desembocaba en la misma idea: abrir Fuenlabrada.
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