Nuestro nombre es algo más que la forma de reconocernos entre los demás. Hay nombres con fuerte personalidad, Roberto o Antonio, que evocan cosas dulces y agradables, como Rosa o Luz, otros nos llevan a la santidad de José o Tomás. En algunos casos, el nombre se remite a la edad más clásica, al mundo romano, Maximiliano o Claudio.
Un nombre también te puede causar ciertos problemas, sobre todo de pequeño cuando tus compañeros no entienden que te llames Argimirio, Ambrosio o Teodora. Claro está, que estos nombres, son más propios de otras épocas en donde, no eran una excepción y por lo tanto, se consideraban de lo más normal y hasta, bonitos.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en España el nombre de Carmen ha sido durante 4 décadas el nombre más común en nuestro país, sobre todo en los 40,50, 60 y en los 70. En los 80, el más usado pasó a ser Laura. El que mejor se mantiene es María, el más inscrito en los años 30, en los 90 y desde el 2.000. La edad media de los que ostentan estos nombres indica también su evolución. Así la media de las Mari Carmen es de 51,1 años. Otros nombres de mujer entran con pujanza como Alba. Las que se llaman así tienen una media de 12,6 años y las Claudias 13,8 años de edad media. También abundan Paula, Lucia o Sara.
¿Y si hablamos de ellos, cuáles son los más comunes o los más peculiares?
Antonio fue el más usado en los 50 y los 60, los David triunfaron en los 70 y 80 y a partir del 2.000 verán ustedes que hay una plaga de Alejandros, que entre el Magno y Sanz, el cantante, han barrido. También Iker o Raúl han sido nombre muy utilizados.
A pesar de lo que se pueda creer siguen vigentes nombres no muy actuales. Un ejemplo, en Madrid, hay 705 varones que responden al nombre de Casimiro, buena gente, y 38 al nombre de Ataulfo. Las Gertrudis son 390 y hay 12 Paris, esperemos que no por la Paris Hilton famosa. Y es que ¿un nombre nos puede condicionar la vida?
Muchos nombres siguen la estela familiar de llamarse como el padre, madre o abuelos. Los cierto, es que la sociedad cambia y se ve en los nombres. Hay quien ya no quiere que sus hijos se llamen como los padres o abuelos. En fin, esto también va en modas.
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