La posible prohibición de fumar en los bares levanta el malestar de los hosteleros.
Vuelve el debate: fumar o no en lugares públicos como bares y restaurantes. El anuncio de Trinidad Jiménez, la ministra de Sanidad, de prohibirlo completamente en estos lugares ha sido recibido con discrepancias de opinión según preguntemos a un fumador o a un no fumador.
Los amigos del tabaco no acaban de entender por qué no van poder fumar en el bar de toda la vida, lugar de animadas tertulias entre los parroquianos. Claro que, por otro lado, los no fumadores parecen agradecer el que puedan tomarse el café matutino sin soportar el humo del tabaco.
Al final, resignación, y si hay que salirse a la calle a echarse el cigarrillo habrá que hacerlo. Al fin y al cabo es este el modelo que ha acabado por asimilarse en otros países de la Unión Europea.
Claro que el problema no es tan sencillo. Desde la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos ya han avisado que esta medida podría repercutir en una mayor destrucción de empleo en un sector que también está sufriendo la crisis y que gracias a la venta de tabaco puede cubrir gran parte de los gastos.
Además, desde la UPTA, también señalan otra cuestión a tener en cuenta: la inversión que hicieron muchos hosteleros para adaptar en sus locales un espacio especialmente habilitado para fumadores. Será, dice Héctor Cruz, un hostelero de Fuenlabrada, una inversión perdida.
Según la actual Ley Antitabaco aquellos locales con una superficie de más de 100 metros cuadrados están obligados a disponer de una zona habilitada especialmente para fumadores. El resto de los propietarios debían elegir si en su local se permitiría o no fumar. Con la propuesta de Trinidad Jiménez ya no cabría tal opción.
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