El detenido, conocedor del proceso de distribución de la correspondencia, vigilaba al encargado de entregar las tarjetas bancarias, y una vez localizado el portal donde se hacía la entrega, utilizaba un gancho metálico para extraer la carta del buzón.
Para obtener el número secreto, se ponía en contacto con los titulares llamándoles por teléfono, simulando ser empelado de la entidad bancaria y con la excusa de activar la nueva tarjeta solicitaba el PIN.
No obstante, si no lo conseguía, iba a una estación de metro y adquiría con las tarjetas robadas numerosos billetes de diez viajes en las máquinas expendedoras ya que allí no es necesario marcar el número secreto para la compra.
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