Los nuevos planes de estudio que en los últimos años están revolucionando la universidad europea, han llegado a España no sin cierta polémica.
Es cierto que con tanto abuso de reforma educativa no es de extrañar que un cambio más lleve a la inquietud, cuando no a la desesperanza, ante una posible estabilidad en los planes educativos.
Esta incorporación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) a nuestra educación universitaria conlleva además una serie de cambios que, ante su desconocimiento, propician una mayor inquietud.
Ante todo, en este caso, conviene calmar los nervios. En mi opinión los cambios que trae Bolonia a nuestra educación universitaria favorecen sobre todo a los alumnos mediante la incorporación de un nuevo modelo de enseñanza - aprendizaje y en concreto, de evaluación.
Como profesor que ha tenido la suerte, durante varios años, de impartir docencia tanto en la educación secundaria como en la universitaria, puedo contrastar ambos modelos de docencia. Creo de esta manera no equivocarme al afirmar que encuentro unas semejanzas muy acusadas entre el nuevo modelo docente que conllevan los nuevos títulos de grado y el de la educación secundaria.
El seguimiento del aprendizaje del alumno donde el profesor interviene de manera mucho más activa que a través de una simple clase magistral, la presencia del tutor integral, el método de evaluación continua de conceptos, procedimientos y actitudes, parecen suponer una clara continuación del modelo del colegio o instituto.
En mi opinión, este formato educativo de Bolonia disminuye de manera notable el gran escalón que siempre ha existido entre la educación secundaria y la universitaria. De esta manera, los principales beneficiados son los alumnos, en un cambio que supondrá un mayor esfuerzo de adaptación al profesorado universitario, en especial a los docentes más antiguos de la universidad.
Esta nueva concepción de la docencia universitaria, resulta evidente que no puede llevarse a cabo a coste cero. Si no se está dispuesto a realizar una inversión económica seria, no será posible una adecuada implantación de este nuevo sistema. Elementos tan necesarios como un aumento del profesorado, grupos más reducidos, modernización de laboratorios y aulas docentes, adaptación a un pleno uso de las nuevas TICs, etc, precisan de manera forzosa de una asignación presupuestaria.
Mientras no se esté dispuesto a apostar de una manera real y comprometida y no demagógica por una educación de calidad estable, todos los futuros cambios seguirán siendo hermosos planes de escritorio ajenos por completo a la realidad de nuestras aulas.
Julio Ramiro Bargueño, ETS. Ingeniería de Telecomunicación URJC
Comentarios