G.A.M., vecina de Leganés que prefiere no facilitar su nombre completo, acudió hace ya ocho años, cuando tenía 23, al centro de salud Jaime Vera en su localidad. Tenía vómitos, náuseas, pérdida de peso, fiebre y tos seca. Su médico le diagnosticó un simple catarro.
Pero los síntomas no parecían remitir, a pesar de los tratamientos que se le daban, por lo que esta leganense no dejaba de acudir al médico. La respuesta que encontraba siempre era la misma: un catarro. Como mucho, el dolor que empezó a sufrir en la espalda se identificó como una “contractura”, que un año después cambió a “lumbago”. Todos los diagnósticos sin realizar prueba alguna a la paciente.
Casi tres años después de sufrir un empeoramiento progresivo de los síntomas, el facultativo decidió enviarla al Hospital Severo Ochoa, donde ya sí, una vez realizadas una serie de pruebas, se le diagnostica de tuberculosis.
A pesar de que la paciente se somete a dos operaciones quirúrgicas y comienza con la medicación adecuada, las secuelas son irreversibles. Con 25 años, la falta de tratamiento previo le ha provocado una minusvalía del 44 por ciento e incapacidad permanente.
Según la presidenta del Defensor del Paciente, Carmen Flores, si a la paciente se le hubiese practicado una radiografía en 2003, cuando acudió a su centro de salud, se le habría diagnosticado la tuberculosis y el tratamiento temprano habría acabado con la enfermedad.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha reconocido ahora la responsabilidad del SERMAS, el Servicio Madrileño de Salud, al que ha condenado a pagar 150.000 euros de indemnización a la paciente.
Comentarios