El estudio, publicado por la revista “PLoS One” sugiere que las características que todas las obras de arte tienen en común es que provocan actividad en esa misma región del cerebro, lo que, en cierta forma, apoya la teoría de David Hume y otros autores, que apuntaron ya el hecho de que la belleza está en los ojos del que mira y no en el objeto.
El estudio ha contado con la colaboración de veintiún voluntarios de diferentes culturas que clasificaron pinturas y fragmentos musicales como bellos, feos o indiferentes. Después las observaron o escucharon mientras les median la actividad cerebral mediante una resonancia magnética funcional por imágenes.
Encontraron que el área frontal del cerebro conocida como corteza orbitofrontal media se mostraba más activa con lo que habían calificado de bello, ocurriendo lo contrario al contemplar o escuchar la obra que calificaron de fea, lo que supone que la belleza existe como concepto abstracto en el cerebro.
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