Como no puede ser que este gobierno se equivoque siempre- ni siquiera cuando rectifica- he llegado a la conclusión de que la culpa es de la firma que subraya sus propuestas. No es posible que la totalidad de un plan de ahorro energético que suena absolutamente razonable en su propósito de reducir , con medidas de inmediata aplicación y campañas pedagógicas de medio alcance, el gasto que van a tener que soportar todas las familias españolas por el encarecimiento del precio del petróleo , de lugar a una crítica ramplona y alicorta que se complace en exaltar los aspectos más pintorescos del debate, convirtiendo, por ejemplo, el parecer de Fernando Alonso en argumento de autoridad incontestable. El apoyo económico al recambio de neumáticos, que además de ahorrar consumo garantiza mayor seguridad, también parece que es recibido con desdén en las tertulias omnicomprensivas del saber global.
Recabar inversiones de Catar, ese país al que acaba de encargársele la organización de un campeonato mundial sin ningún reparo parece que también debe ser valorado como un hecho reprobable por los mismos que vienen denunciando la escasa capacidad de España para generar confianza inversora. Claro que tampoco ha gustado que el presidente Zapatero fuera a Túnez a respaldar los movimientos hacia la democracia, ofrecer ayudas tangibles y promover un plan internacional de cooperación.
Juro que he tenido que escuchar un coro de voces suficientes, casposas, que hacían chanzas sobre la acogida de esa propuesta en los países a los que nuestros “pps”-patriotas-paletos-consideran siempre como el escalón inalcanzable desde la posición subordinada en la que siempre sitúan a España. No habían leído, desde luego, el editorial elogioso de “Le Monde” ni los comentarios en otros medios galos en los que se subraya que Zapatero había ocupado el lugar que hubiera debido tomar Sarkozy dado que los lazos de Francia con Túnez son muchos más fuertes que los de España.
A nadie, ni siquiera al gobierno, espero, se le ocurre pedir complacencia y aplauso para los resultados de la política de creación de empleo a pesar de la reforma laboral, pero sí prudencia por parte de quienes no ofrecieron una alternativa mejor que la del “váyase señor Zapatero” que sirve como fórmula magistral, inocua, para resolver todos nuestros males. Se tiene mayor credibilidad en la crítica cuando se silban las malas actuaciones y se aplauden los aciertos, por escasos que sean. Es una obviedad, claro, en situaciones normales. No es ese el escenario actual, inmersos en una campaña electoral que estimula la ferocidad de quienes creen tener la presa al alcance de la mano. Lástima que hayan de ser los ciudadanos quienes paguen los daños de obstruir, en plena crisis, medidas racionales de gobierno. No se me ocurre otra cosa, por el bien de todos, que cualquier nueva medida la presenten españoles anónimos. Puede que gusten a la mayoría y se conviertan en leyes. Todo antes que dar una baza a los socialistas.
Eduardo Sotillos, secretario de Comunicación del PSM
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