La historia de las lenguas es una historia viva. Por ejemplo les hablamos de cómo el latín se dividió en dos: uno culto y otro más a pie de calle. Y fue éste el que poco a poco se fue adaptando a diferentes realidades y culturas, dando lugar al castellano, al catalán, al francés o a gran parte del rumano.
En ese sentido queremos ejemplificar cómo algunas palabras que existían con anterioridad, en las lenguas pre-románicas de las culturas anteriores a la Hispania romana, siguieron utilizándose pero incorporadas al latín vulgar que se hablaba en estas tierras y que acabó dando lenguas como el castellano o el gallego.
Por eso les descubrimos que “cerro”, “arroyo”, “barro” o “izquierdo” eran conceptos que evidentemente existían en la Roma imperial, pero que aquí fueron descritos a través de los términos que ya existían, y que han perdurado con ligeras modificaciones a lo largo de los siglos hasta nuestros días.
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