El 10% de las mujeres que se han sometido a la extirpación de algún ganglio, es susceptible de desarrollar linfedema.
Se trata de una de las secuelas más habituales tras un cáncer de mama, consistente en la acumulación de líquido proteínico en una de las extremidades tras la sobrecarga del sistema linfático tras la operación.
Y, como en todo, el mejor tratamiento para combatirlo es la prevención. Por eso, el Hospital de Fuenlabrada ha puesto en marcha un novedoso programa de rehabilitación orientado a prevenir este tipo de secuelas.
Se trata de pautas personalizadas que se desarrollan en la moderna Área Oncológica del centro hospitalario, donde se establece un tratamiento fisioterapéutico a base de ejercicios postquirúrgicos y terapias ocupacionales enfocadas, en muchos casos a situaciones cotidianas.
Con todo, dicen los expertos, se puede conseguir una reducción de volumen, prevenir los procesos inflamatorios, controlar el dolor y, en definitiva, lograr la recuperación funcional del miembro afectado.
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