María José Cordón Castosa, supervisora del área materno-infantil del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, explica que “para materializarlo, se precisa un hospital que disponga de una bañera de partos, en la que el agua se encuentra a una temperatura constante de 36,5 – 37ºC, mientras que la temperatura ambiente es de unos 24ºC. Además, el personal del paritorio ha de tener amplia experiencia para la atención de este procedimiento”.
El uso de la inmersión en el agua durante el parto se ha incrementado en los últimos años, debido a su capacidad para proporcionar relax a la gestante, ayudarla en la disminución del dolor y maximizar sus sentimientos de control y satisfacción. “El aumento de su empleo también se sustenta en la importante evidencia científica existente sobre sus efectos en la disminución del uso de la analgesia epidural durante el parto, sin incrementar las complicaciones materno-fetales”, apunto Cordón Castosa.
Entre los beneficios que aporta este procedimiento figuran el aumento de la movilidad (“gracias a la flotabilidad”), la relajación y disminución de la sensación dolorosa (“relacionadas con el calor del agua”), y el incremento de la vascularización uterina, dando lugar a una mayor oxigenación y produciendo contracciones uterinas más efectivas. “Además, tanto las lesiones en el suelo pélvico como el número de episiotomías disminuyen, a la vez que el grado de satisfacción materna aumenta”, concluyó.
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