Según los últimos datos, esa situación se presenta hasta en un 25% de los pre-escolares y es una causa frecuente de preocupación para sus padres. “En general, la negativa a comer corresponde únicamente a un fenómeno conductual del desarrollo de la alimentación que debemos conocer y detectar de manera precoz para evitar posteriores trastornos más complejos” explican Sonia Fernández Fernández y Ana Rayo Fernández, gastroenterólogas infantiles del Hospital Severo Ochoa de Leganés.
“Sin embargo” apuntan “también existen algunas patologías que ocasionan disminución del apetito y es primordial identificarlas para llevar a cabo el tratamiento adecuado”.
En cualquier caso, será fundamental el conocimiento por parte del pediatra y de los padres de los hábitos alimenticios normales en cualquier etapa; por ello se deben dar consejos nutricionales a la familia sobre la cantidad, tipo y preparación de los diferentes alimentos y explicar las normas para una conducta alimentaria saludable, “procurando que la hora de comer sea un momento agradable para la familia, evitando conductas de presión por parte de padres o cuidadores en el momento de la comida”.
Los hábitos alimenticios de los padres influyen directamente en los hijos, por lo que en ese sentido se puede trabajar para mejorar la alimentación en la familia.
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