Fran Soria, geriatra y jefe del equipo médico de apoyo quirúrgico del Hospital Sur de Alcorcón, ha ciado un artículo escrito por especialistas canadienses que señalan una situación semejante a una “tormenta perfecta” con “un número creciente de pacientes mayores y hospitales que no están adaptados para estos, con la falta de profesionales entrenados en la atención del paciente mayor”.
En este entorno existen herramientas como la valoración geriátrica integral (VGI), “definida por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología la VGI como un proceso diagnóstico dinámico y estructurado que permite detectar y cuantificar los problemas, necesidades y capacidades del anciano en las esferas clínica, funcional, mental y social para elaborar basada en ellos una estrategia interdisciplinar de intervención, tratamiento y seguimiento a largo plazo con el fin de optimizar los recursos y de lograr el mayor grado de independencia y, en definitiva, calidad de vida”.
Entre los consejos para esta adaptación se encuentra el fomento de la compañía familiar en todo momento durante la estancia sanitaria, las adaptaciones físicas necesarias para la atención del mayor (“Luz adecuada, habitaciones con insonorización para garantizar adecuado sueño nocturno”, enumera Soria), el fomento de la relación entre el hospital y la comunidad incluyendo a las residencias geriátricas y la “tolerancia cero con el “ageismo”, término aplicado para la discriminación de las personas según su edad, aunque acorde a los investigadores lo correcto sería decir edadismo, y no el préstamo del inglés ageísmo”.
Los hospitales deberían poseer un equipo geriátrico interdisciplinario, la aplicación de programas para prevenir al delirio o la creación de unidades especializadas para la atención de pacientes con ese síntoma.
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