Iván Carabaño Aguado, jefe de servicio de Pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles recuerda “si bien el dolor abdominal es un motivo de gran preocupación para los padres, su gravedad es muy variable así que dependiendo de su tiempo de evolución, se puede clasificar en agudo, si es de pocos días, o crónico, de al menos un mes”.
Carabaño define varios cuadros clínicos concretos para comprender mejor el alcance de este síntoma:
Apendicitis aguda: Febrícula (entre 37 y 37,5º), vómitos y un dolor abdominal intenso, constante, progresivo en intensidad, que en principio es difuso para después focalizarse en la parte inferior derecha del abdomen, son algunas de las características de esta dolencia. Para su diagnóstico, lo principal es hacer una buena historia clínica y una detallada exploración física y, como complemento, se puede solicitar una ecografía abdominal y/o un análisis de sangre. Su tratamiento es quirúrgico.
Dolor abdominal por ganglios: El aumento de tamaño de los ganglios del intestino produce un dolor que puede parecerse al de la apendicitis aguda (también duele la parte inferior derecha), pero no suele ser tan intenso. El niño, además, suele tener síntomas catarrales. El tratamiento consiste en administrar calmantes a demanda.
Dolor abdominal por gastroenteritis: Dolor abdominal difuso y cólico (“aparece, se hace más intenso y después se va”) que se acompaña de vómitos y deposiciones blandas. A veces hay también fiebre o febrícula. Este dolor a veces se alivia con los calmantes convencionales (paracetamol, ibuprofeno, metamizol…), pero no responde tan bien como en otros dolores, como el de la cefalea o los dolores de origen ósteo-muscular.
Dolor abdominal de larga duración o crónico: Supone el 3% de las consultas pediátricas y su prevalencia aumenta con la edad, ya que tiene un carácter recurrente (“viene y va en el tiempo”). La causa exacta se desconoce, si bien la mayoría de estos niños tienen un problema de alta sensibilidad al dolor, además de un factor psicológico (estrés, alto nivel de exigencia en los estudios…). En este cuadro no suele ser preciso hacer exploraciones complementarias, salvo que haya signos de alarma (dolor alejado del ombligo, despertares nocturnos, presencia de sangre en las heces, vómitos, fiebre, inflamación articular, pérdida de peso o antecedentes familiares de enfermedad inflamatoria intestinal).
También hay que recordar que “no siempre el dolor abdominal se debe a un problema en el tubo digestivo ya que entidades como las neumonías de la base pulmonar, los infartos de cara inferior, la diabetes o enfermedades metabólicas poco frecuentes como la porfiria también lo pueden ocasionar” apunta Carabaño.
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