Iván Carabaño Aguado, jefe de servicio de Pediatría. Hospital Univ. Rey Juan Carlos y del Hospital General de Villalba, responde a esa cuestión de si hay que abrigar especialmente a los pequeños: “No especialmente, en general. Los niños sienten el mismo frío que pueden sentir sus padres, o incluso menos, pues su actividad suele ser mayor: corren, saltan, juegan, y eso les hace entrar en calor.”
La preocupación de los padres es que el frío sea el causante de enfermedades como catarros y gripes, pero Carabaño recuerda que “en los meses fríos, las infecciones respiratorias son más frecuentes. El motivo es porque con el frío, los cilios del aparato respiratorio funcionan peor. Los cilios son una especie de pelos muy finos que revisten por dentro las vías respiratorias, y tienen como misión atrapar primero y expulsar después a los gérmenes. Su función es, por tanto, defensiva.”
A pesar de eso, sí que hay unas zonas concretas que conviene proteger: “las regiones que sufren más el frío son las partes más distales del cuerpo: orejas, manos y pies. Esas son las zonas que hay que proteger más, en especial en regiones de climatología adversa (zonas de montaña, etc.). Siempre hay que usar las prendas de abrigo con sentido común”. Sobre la manera de abrigar con una mayor eficacia se recomienda recurrir al conocido “sistema de capas”. Carabaño apunta que “varias capas superpuestas dejan entre medias pequeñas películas de aire que son un aislante excelente”.
Y si cambiamos el sentido de la pregunta. ¿Hay riesgo de abrigar de más a los niños?. El médico responde: “En el domicilio, hay que tener en cuenta que puede ser peligroso arropar demasiado o poner la calefacción muy alta a los bebés de menos de un año, por la noche. Es un factor de riesgo para la muerte súbita del lactante. En los niños mayores, abrigarles de más no tiene por qué ser peligroso: más que eso, es desagradable.”
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