Miriam Sobrino, matrona del Hospital Rey Juan Carlos y Sexóloga del Centro Sexorum, recuerda que “lo que da o quita el sentido al hecho de ser mujer no es su capacidad reproductiva, no la define una función y por lo tanto el cese de la misma no tendría que cuestionarla en su identidad, aunque sabemos que en ocasiones ocurre”.
En general, la menopausia es abordada bien como un concepto biomédico donde se enfatizan las pérdidas que suponen para la mujer el déficit hormonal, o bien como un proceso fisiológico en la vida de todas las mujeres que supone pérdidas pero también ganancias.
“Podemos decir que te trata de un periodo de cambio, de tránsito a otra cosa diferente, a veces vivido como una pérdida y otras como una nueva alternativa, recordando que en sí no se trata de ninguna enfermedad”, recuerda Sobrino, que recalca que “la percepción que tenga la mujer de la menopausia, y su actitud ante la misma, será algo trascendente en la vivencia de esta etapa”.
Los síntomas varían de unas mujeres a otras y la manera en que el cuerpo se adapta a esos cambios hormonales es diversa. “Tenemos otras experiencias en la biografía de las mujeres donde esto sucede, por ejemplo durante el embarazo; en la gestación ocurren muchos cambios hormonales y sabemos que los ajustes que implican para cada mujer no son similares”.
Las náuseas por ejemplo, no se presentan en la misma medida en todas, ni causan idéntico malestar; por lo tanto, estos síntomas que acontecen en la menopausia no son universales, varían en cada mujer y de manera llamativa en mujeres de culturas diferentes. “Podemos decir que se trata de una experiencia individual, subjetiva, única y peculiar y, por todo ello vivida de diversos modos por las mujeres, siendo diferente el grado de satisfacción o de malestares que presentarán” señala la sexóloga.
Sucede también que a veces, todo lo que le ocurre a una mujer cerca de los 50 años relacionado con su bienestar quiere ser explicado desde la menopausia. Entre los síntomas se encuentran os sofocos: una sensación de calor en la cara, o de calor que sube desde la cintura hacia arriba y acompañado o no de un pulso más acelerado. En cuanto a la sequedad de piel, en concreto la vaginal, en muchas ocasiones si no se indaga por ella es un síntoma que pasa desapercibido. El tiempo de sueño se altera también por la edad, cambia su frecuencia, los despertares, la necesidad de horas de descanso…con o sin la menopausia. Después de los sofocos y las dificultades con el sueño, otro de los cambios que más incomodidad genera es la mayor facilidad a engordar.
Durante mucho tiempo, fundamentalmente a finales de los años 90 se ofrecía la terapia hormonal sustitutiva de manera generalizada a las mujeres para sobrellevar algunos de los síntomas de la menopausia. “Actualmente, debido a nuevos estudios y conocimiento de algunos de los importantes efectos secundarios de este tratamiento su uso se limita mucho más, se es más cuidadoso” considera Miriam Sobrino. Posteriormente surgieron los Fito estrógenos, compuestos de origen vegetal similares a los estrógenos naturales. Se encuentran en cereales, legumbres, hortaliza, soja… “Su uso abusivo tampoco se recomienda hoy en día”, explica.
“Sería interesante no acusar a la menopausia como responsable de todos los malestares y pensar en cómo hemos vivido hasta llegar aquí: lo que hemos comido, el ejercicio practicado, la luz solar que nos ha dado, si hemos fumado o no, el peso que ha cargado nuestro cuerpo, el café bebido, como hemos vivido la sexualidad, qué significado tenía para nosotras las menstruaciones….
Y además, poder introducir algunos hábitos que pueden ayudarnos a transitar este periodo. Incorporar a la dieta lácteos diariamente, alimentos ricos en vitamina D (hongos, leche, huevo…) para que este pueda absorberse en el intestino, y disfrutar cada día de la luz solar que permite que esa vitamina también se sintetice a través de la piel” resume la especialista.
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