En menores de dos años el baremo preferible es peso/talla mientras que después sería el índice de masa corporal. “Existen periodos críticos como el periodo fetal, el primer año de vida, los cuatro siguientes años y finalmente la adolescencia” explica Enrique la Orden Izquierdo, gastroenterólogo infantil del Hospital Infanta Elena de Valdemoro.
El origen de la obesidad puede deberse a enfermedades genéticas y endocrinológicas o al consumo de determinados fármacos aunque lo mas frecuente es que su origen sea primario: un desequilibrio entre lo que el niño come y su gasto energético.
“La base del tratamiento es la prevención” apunta La Orden, “mediante la promoción de la lactancia materna, evitación de la diversificación alimentaria precoz y la promoción de hábitos de vida saludables tanto de dieta como de ejercicio, evitando el picoteo, el consumo de alimentos con alta densidad energética y poco valor nutricional y los estilos de vida sedentarios”. Los médicos también recomiendan un descanso nocturno adecuado, la realización regular de 30-60 minutos de ejercicio aeróbico e insistir en la necesidad de incrementar la actividad de la vida cotidiana con ejemplos como subir las escaleras en vez de coger el ascensor, ir a la compra con los padres o ayudar a las tareas de casa. “Es necesario involucrar a toda la unidad familiar y al ámbito escolar e institucional” confirma el gastroenterólogo y “se deben evitar dietas excesivamente restrictivas y desequilibradas así como otras "dietas milagro" para pérdidas rápidas de peso por su falta de experiencia en niños”.
Uno de los factores fundamentales de la obesidad es cómo lo afronta el niño: “es importante no culpabilizarles y apoyarles reforzando los efectos positivos de combatir el sobrepeso en vez de recordar sus efectos negativos” añade Enrique La Orden. De hecho, la implicación del niño es crucial y por eso hay que transmitirle los valores de la comida sana de una manera amena como se hace como la llamada “Dieta semáforo” por la que se establecen tres tipos de alimentos: los verdes que son de consumo libre (que incluyen frutas y verduras); los amarillos que deben consumirse con moderación (como el pan); y por último, los alimentos rojos cuyo consumo debe ser muy limitado. “Con esta dieta el niño evita la sensación de hambre y la sensación de restricción alimentaria”.
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