Dicen que el amarillo estimula la inteligencia, que el blanco es símbolo de pureza, el negro de tristeza y los azules de calma. Son los estados anímicos que ofrecen la gama cromática y que, con el tiempo hemos ido utilizando en la vida cotidiana.
La color-teralpia analiza estas cuestiones para poder ponerlas en prácticas. Por ejemplo, hoy en día es habitual que las paredes de las oficinas presenten colores vivos que estimulen a los trabajadores. También, ahora que llega el buen tiempo, nuestro ánimo es más optimista y lo demuestra con colores alegres. En invierno, por contra, nos refugiamos en tonos pálidos acordes con el entorno.
Pero la influencia cromática en nuestra vida va más allá e, incluso, afecta a nuestros hábitos alimenticios. ¿Se han preguntado por que las lentejas no suele gustar a los niños? ¿O por qué comer fresas se nos antoja una tentación? Sus colores tienen mucho que decir.
Pero también su herencia cultural y su presencia social. Hablamos, en efecto, de los dichosos rosas femeninos y los azules masculinos. Pero también de una explicación histórica al estímulo cromático: el amarillo estimula porque está relacionado con el amanecer, antiguo despertador y hora de ponerse manos a la obra.
De todo ello, habla Elena Moreno, monitora de terapias alternativas, en el taller que sobre “cromoterapia” acoge el centro 8 de Marzo en Fuenlabrada, que viene analizar la herencia cultural de determinados colores.
Dos veces por semana, y durante todo el mes de mayo una veintena de mujeres asisten a este taller sobre “Color-terapia”, en el que cada día desvelan los misterios de la gama cromática y cómo utilizarla para canalizar nuestros estados de ánimos.
Es bien sabido, por ejemplo, que el rojo está cargado de pasión, que el verde evoca esperanza o que el azul tranquiliza. Aunque claro, para gustos, dicen, los colores.
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